ES-ECO-020-CV

La Valldigna es una comarca natural situada al sureste de la provincia de Valencia y a la que pertenecen los municipios de Simat, Benifairó, Tavernes de la Valldigna y Barx. 

Como su nombre indica, la Valldigna es un valle, completamente cerrado por montañas, -las últimas estribaciones de los sistemas Ibérico y Bético-, abierto al este en la llanura del litoral de Mediterráneo y, cruzado por el rio Vaca hasta su desembocadura en el mar.

Esta especial orografía configura el carácter diferenciado de la Valldigna: el contraste que produce la unión del mar y la montaña en tan breve espacio ofrecen un clima especialmente benévolo y templado, muy apropiado para el cultivo de cítricos, debido a la combinación de las brisas del mar, las 2800 horas anuales de sol y un volumen de precipitación superior al de las comarcas vecinas.

Precisamente este clima tan benévolo, la fertilidad de sus tierras y la protección que ofrecían las montañas, han hecho que el valle haya estado poblado ininterrumpidamente desde la prehistoria, teniendo constancia de poblaciones humanas desde al menos 350.000a años A.C. En la cueva del Bolomor se han hallado los restos arqueológicos relacionados con el ser humano más antiguos de toda la Comunidad Valenciana: las excavaciones confirman la adaptación de comunidades de homínidos. Posteriormente, los neandertales se establecieron en la zona y las poblaciones neolíticas, más sedentarias, iniciaron la agricultura. 

Íberos, romanos y musulmanes se asentaron sucesivamente en el valle hasta la reconquista cristiana. Cuenta la leyenda que, tras el fragor de la batalla, el rey Jaime II de Aragón, admirado por la belleza del lugar, se dirigió al abad de Santes Creus y exclamó: “Vall Digna per a un monestir de la vostra religió” (Valle digno para un monasterio de vuestra religión). A lo que Fray Bononat de Vila-Seca respondió: “Vall digna”. Era el año 1298 y desde ese momento ese sería el nombre del lugar y del monasterio cisterciense de Santa María de la Valldigna, que llegó a ser el más importante del antiguo Reino de Valencia; y está construido a imagen y semejanza del de Santes Creus, en Valldaura del Vallés. La historia ha dejado otras huellas árabes en nuestro valle: el castillo de la Reina Mora o de Marinyen, de Alfandech que dio nombre al valle durante la época de dominio árabe, la mezquita de la Xara, els Castellets o la muralla del Ràfol

La reconquista no supuso la expulsión inmediata de los musulmanes, aunque sí que originó la inmigración de judíos y cristianos desde otras zonas del Reino de Aragón. La posterior expulsión de los moriscos en el siglo XVII, dedicados principalmente a la agricultura, acarreó una crisis en el cultivo de la tierra. Sí que se conservó el sistema de acequias de la época musulmana, que fue mejorado a partir del siglo XVIII por el gran crecimiento de la agricultura de regadío, del trigo y del arroz; que eran regados mediante el sistema de acequias, mientras que los cereales eran molidos en los molinos hidráulicos de los cuales se conservan diversos testimonios en la Valldigna. 

Desde principios de los años 50 del siglo XX el paisaje de la Valldigna se transforma paulatinamente con el cultivo de naranjos, abandonados los cultivos de secano y de arroz, los cítricos en la actualidad ocupan la práctica totalidad de los terrenos agrícolas, siendo asimismo, la principal actividad económica del valle.


Fuente: www.tavernesdelavalldigna.com

La agroecología se basa en la aplicación de principios básicos de la ecología al diseño y manejo de los sistemas agrarios para lograr su sostenibilidad a largo plazo. 

Los principios de la agroecología incluyen 

  • la conservación de recursos naturales y agrícolas: agua, capital, energía, suelo y variedades genéticas; 
  • el uso de recursos renovables; 
  • la minimización del uso de productos tóxicos; 
  • el manejo adecuado de la biodiversidad; 
  • la maximización de beneficios a largo plazo; y 
  • la conexión directa entre agricultores. 

La agroecología implica un enfoque holístico, centrado no sólo en la producción, sino también en la sostenibilidad del sistema productivo, el respeto al medio ambiente y a los aspectos socioeconómicos.

La finca de Brines está en un enclave único, por lo que hemos apostado por la agroecología como forma de convivir con el ecosistema, creando un agroecositema propio donde cada día conviven en perfecta sintonía la flora y la fauna natural con los árboles frutales.

De esta manera estamos logrando que los campos sean productivos a la par que mantenemos la salud y fertilidad de suelo y los acuíferos, impulsamos el mantenimiento del ecosistema, mantenemos las tradiciones, técnicas y costumbres agrícolas sin dejar de utilizar métodos de cultivo respetuosos con el entorno y que responden a la coevolución entre personas y su entorno.

Queremos con esta apuesta contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, al mantenimiento de una sociedad humana en comunión con su agroecositema.

La agricultura ecológica, orgánica o biológica (estos tres términos son equivalente y los únicos aceptables según la legislación de la UE) es un sistema de cultivo basado en la utilización óptima de los recursos naturales, sin emplear productos químicos sintéticos, u organismos genéticamente modificados (OGMs) —ni como abono ni para combatir las plagas—, logrando obtener alimentos orgánicos a la vez que se conserva la fertilidad de la tierra y se respeta el medio ambiente, de manera sostenible y, equilibrada.

La agricultura ecológica supone un sistema global de gestión de la producción agrícola, que incrementa y realza la salud de los agrosistemas, incrementa la diversidad biológica, respeta los ciclos biológicos, así como, la actividad biológica del suelo, de manera que se puede lograr la sostenibilidad integral del sistema de producción agrícola; o sea, constituirse como un agrosistema social, ecológico y económicamente sostenible.

Existen múltiples sistemas o filosofías que inspiran la producción agrícola ecológica (agricultura natural, indígena, familiar, campesina, la permacultura o la biodinámica, entre otros) que en definitiva buscan satisfacer la demanda de alimento natural y nutritivo a las personas y los animales, de manera que el agroecosistema mantenga su equilibrio natural.

Aunque existe mucha controversia sobre el mayor beneficio para la salud de los productos orgánicos, lo cierto es que cada día acreditadas voces científicas, como la Dra. Mª Dolores Raigón, Profesora investigadora de la Universidad Politécnica de Valencia, demuestran los beneficios de consumir productos ecológicos, tanto por el mayor volumen de nutrientes, minerales y vitaminas como por la ausencia de productos nocivos para la salud. 

Tampoco podemos olvidar los beneficios de la agricultura ecológica para el medio ambiente, para la salud pública y para la sociedad en general, al practicar un modelo productivo no contaminante y de proximidad cuyo beneficio redunda no sólo en el consumidor de los productos sino en el de toda la comunidad.